Palomas y buitres
octubre 22, 2008
Así en la tierra como en el cielo
Rugió una vez el tiempo:
el calor inicial de su estallido
forjó mis ilusiones,
mis amores,
mis sueños, mi esperanza,
mis sentidos.
Volvió a rugir el tiempo
y el último estertor de su gemido
vomitó mis temores,
mis fracasos,
mis errores, mis dudas,
mis olvidos.
Da lo mismo la luna que su sombra.
Si estás. Si estoy. Si no.
Si ya nos fuimos.
Escrito por Cristina Longinotti ::
06:30 ::
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agosto 11, 2008
Transiciones
Mi amor era profundo.
Como el alba ritual que desentierra
un horizonte nuevo
cada día
de las entrañas místicas del tiempo.
Como el dedo perfecto
que articula,
con precisión de artista,
el enigma del mundo en su falange.
Mi amor era profundo.
Pero, tal como cae la mañana
en el oscuro pozo
de la noche,
como acaban los dedos
entregando
su innata perfección a los gusanos,
así la eternidad
se martiriza a diario
arrojándose al foso de las fieras,
donde al punto mastican
sus despojos,
en urgente vorágine de fauces.
los oscuros cachorros de la nada.
Aquí vivió mi amor: en este mundo
donde oscurece a diario,
donde es ley que redacten
nuestros sueños,
al tiempo de morir, un minucioso
testamento en favor de los gusanos.
.
Vivió y duró bastante.
Un día despertó
con una lucidez desconocida
y entendió que era tiempo de marcharse.
Alegando objeciones de conciencia,
desertó de sus sueños,
se fundió en un abrazo voluptuoso
con la fugacidad
y dejó abandonado
el equipaje inútil de su historia
girando impunemente
en la cinta sin fin de un aeropuerto
Y desnudo,
despojado y frugal como los santos,
una tarde soleada
se abandonó en los brazos del martirio
Ese día saciaron
el hambre milenaria de absoluto
los voraces cachorros,
los negros carroñeros
del amor.
Escrito por Cristina Longinotti ::
23:30 ::
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Incomprensión
El tiempo gira en círculos concéntricos,
se expande en espiral y se contrae,
inevitablemente restringido
por su propia noción de finitud.
Giramos dentro de él sin fundamento
ni razón, con la crédula esperanza
de que el azar detenga la rutina
en el lugar correcto.
Quizá el alma
encuentre allí la historia
que el corazón lanzó a los cuatro vientos
o tal vez resucite la leyenda
de la era dorada en que pastaban,
codo a codo,
el lobo y el cordero.
Pero la historia cambia
y la leyenda muta: en nuestros días,
los corderos devoran a los lobos
(es que siempre escondemos los corderos
algún lobo en la manga, por si acaso).
Cada giro es testigo de las luces
que destellan los mundos de los otros:
sus corazones laten en racimos
con tanta calidez, que es imposible
dejar de vendimiarlos.
Avanzamos a ciegas,
deslumbrados,
pero a los pocos pasos nos detiene
el límite intangible
de nuestro propio yo.
No alcanzamos jamás la orilla opuesta
del insondable mar de la otredad:
inimputables náufragos del tiempo,
eternos robinsones,
derivamos
bogando entre los muros, las fronteras,
las puertas clausuradas,
los lugares prohibidos
y la eterna
mentira que sojuzga los sentidos.
Jamás nos enseñaron a vivir
en la isla larval de nuestra celda.
Somos solos:
no se admiten visitas ni correo
detrás de estas paredes
revestidas
de una blanca y mullida soledad.
Escrito por Cristina Longinotti ::
23:14 ::
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diciembre 08, 2007
Enigma de la rosa
La vida, detallista y minuciosa,
repite su ritual y cada día
se despereza al sol sobre su orgía
de pétalos, intrépida y curiosa.
En la tesis absurda de la rosa,
el éxtasis germina en la agonía
y el placer, en gozosa epifanía,
con las lágrimas yace y se desposa..
El azar mis certezas va mutando:
la verdad no parece verdadera
y se vuelve de a poco clandestina.
Pero sigo el camino aún sangrando:
de una rosa a otra rosa no hay manera
de no ir de una espina hacia otra espina.
Escrito por Cristina Longinotti ::
05:37 ::
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Apariencias
La realidad se adapta a mi locura
tan bien, que hasta el paisaje cotidiano
destaca contundente y meridiano
por sobre la razón y su censura.
El tiempo, labrador de mi estatura,
orfebre de mis días, artesano
de mi profundidad, esculpe a mano
con paciencia de autista mi figura.
Pero, incansable adúltera, la vida
nos engaña rodeándonos de espejos
que tomamos, ingenuos, por verdades.
E, ignorantes, jugamos la partida
y apostamos confiando en los reflejos
que son, en realidad, deformidades.
Escrito por Cristina Longinotti ::
05:35 ::
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Amor espiralado
Tu amor se llega al centro y devuelve hasta la orilla
los restos del naufragio de mi ilusión primera.
Se va desenvolviendo y sus círculos concéntricos
arrastran el recuerdo hacia el borde de las eras.
Tu amor espiralado, anclado en ese punto
que el corazón decreta que es sede de su esencia,
gira a un lado y se acerca despacio hasta su centro,
gira al otro y de pronto se desprende y se aleja.
Como un ritual cansado que repite su canto
de eterna letanía cargada de paciencia,
se despliega en la recta invisible de su radio
hasta alcanzar el punto sutil de la tangencia.
Cuando creo perderlo de vista en la distancia
como un ave infinita que el horizonte niega,
me sorprende volviendo de a poco entre cenizas
de su propia impensada e inexplicable ausencia.
Cada vez que retorna de su oscuro periplo
se vuelve más profundo y en el alma se adentra,
y sé que habrá un momento en que, eterno vagabundo,
elija anclar del todo donde siempre regresa.
Escrito por Cristina Longinotti ::
05:33 ::
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septiembre 08, 2007
Mi Auschwitz
Me llego al crematorio de mi vida
en busca de unos panes cenicientos
con que desayunarme los momentos
más amargos que encuentro por comida.
Me acerco al borde mismo de mi herida
en busca de salobres bastimentos
y me preparo un cóctel de lamentos
con mi cena frugal y mal servida.
Cada día visito el crematorio
y cada día bebo de mi pena
en el Auschwitz ingrávido e inerte
donde mi corazón, más transitorio
hoy que ayer, se sacude en su cadena
aguardando el silbido de la muerte.
Escrito por Cristina Longinotti ::
02:03 ::
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