Palomas y buitres

agosto 11, 2008

Incomprensión


El tiempo gira en círculos concéntricos,
se expande en espiral y se contrae,
inevitablemente restringido
por su propia noción de finitud.
Giramos dentro de él sin fundamento
ni razón, con la crédula esperanza
de que el azar detenga la rutina
en el lugar correcto.
Quizá el alma
encuentre allí la historia
que el corazón lanzó a los cuatro vientos
o tal vez resucite la leyenda
de la era dorada en que pastaban,
codo a codo,
el lobo y el cordero.
Pero la historia cambia
y la leyenda muta: en nuestros días,
los corderos devoran a los lobos
(es que siempre escondemos los corderos
algún lobo en la manga, por si acaso).
Cada giro es testigo de las luces
que destellan los mundos de los otros:
sus corazones laten en racimos
con tanta calidez, que es imposible
dejar de vendimiarlos.
Avanzamos a ciegas,
deslumbrados,
pero a los pocos pasos nos detiene
el límite intangible
de nuestro propio yo.
No alcanzamos jamás la orilla opuesta
del insondable mar de la otredad:
inimputables náufragos del tiempo,
eternos robinsones,
derivamos
bogando entre los muros, las fronteras,
las puertas clausuradas,
los lugares prohibidos
y la eterna
mentira que sojuzga los sentidos.

Jamás nos enseñaron a vivir
en la isla larval de nuestra celda.
Somos solos:
no se admiten visitas ni correo
detrás de estas paredes
revestidas
de una blanca y mullida soledad.

Escrito por Cristina Longinotti :: 23:14 :: 0 Comentan:

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